Religiones y Naciones Unidas

Citation
, XML
Autores
Hace un siglo -en 1899- el profesor Robert Koldewey organizó una expedición arqueológica que tenía como meta Babel, la famosa colina sobre el Eufrates. Los trabajos de excavación duraron hasta 1917, pero valieron la pena. Allí se encontraron los restos de una de las siete maravillas del mundo, los Jardines colgantes de Babilonia. También sirvieron para probar la historicidad de un pasaje de la Biblia. Se halló la «Etemenanki», la famosa torre de Babel.
En el capítulo 11 del Génesis se nos habla de la frustración de unos hombres que intentan construir una torre que alcance los cielos. La finalidad de la construcción era doble: hacerse famosos y evitar la dispersión. Probablemente pensaban que la fama de que habían levantado un altísimo ziggurat asustaría a los potenciales enemigos y así se evitaría la dispersión del pueblo. Nos dice la Biblia que la confusión de las lenguas impidió que la obra llegase a buen término. Probablemente en la época de la construcción ya existían diversas lenguas en el mundo. No podemos tratar aquí de las teorías acerca de una posible unidad de las lenguas, aunque algunas, como la del indoeuropeo como lengua común a cuatro troncos actuales, que concedería un mismo origen a idiomas como el ruso o el castellano, son extraordinariamente sugestivas.
En todo caso lo que queda claro en el texto sagrado es que se produce un desacuerdo entre los hombres y que el autor del Génesis considera que Dios castiga el orgullo de los hombres, que confían demasiado en sus propias fuerzas. De otra manera dirá el salmista «nisi Dominus ædificat domun in vanum laborant qui ædificant eam». Los hombres no pueden ponerse de acuerdo si prescinden de Dios.
El 8 de enero de 1918, poco tiempo después del descubrimiento de la torre de Babel, el presidente Wilson enunciaba su programa de paz. En el último de sus famosos catorce puntos decía: «Deberá formarse una Sociedad General de Naciones en virtud de convenciones formales que tenga por objeto establecer garantías recíprocas de independencia política y territorial tanto a los pequeños como a los grandes Estados».
Los pueblos, diezmados por los ocho millones de muertos provocados por la terrible guerra recién acabada, deseaban por encima de todo la consecución de la paz. Así, al año siguiente, el 28 de junio, la propuesta de Wilson fue oída y se firmó el Pacto de la Sociedad de Naciones. Ésta se proponía un objetivo tan difícil como noble: «Hacer que reine la justicia». Y es que, como afirmara años más tarde, después de la Segunda Guerra Mundial, el Papa Pacelli, «Opus Iustitiæ Pax», la paz es fruto de la justicia.
Podemos observar una característica común entre la torre de Babel y la Sociedad de Naciones: ambas buscan la paz. Parecería lógico que los artífices de esta maravilla del Derecho moderno hubiesen aprendido de la lección bíblica recordada por las excavaciones y considerado que si Dios no construye la casa en vano trabajan los constructores, pero no fue así. Después de algunos éxitos (Alta Silesia, Islas Aaland, invasión de Bulgaria,…), desgraciadamente la Sociedad de Naciones no contó con el poder necesario para ver cumplidos sus objetivos. El 14 de octubre de 1933 Alemania abandonó la Sociedad y en 1939 estalló una guerra mucho más calamitosa que la anterior.
Después de la tragedia, la antigua Sociedad de Naciones se convierte en Naciones Unidas: el 26 de junio de 1945 se firma la Carta constitutiva. Tampoco los autores de la Carta tuvieron presente la enseñanza bíblica. La guerra fría dominó las relaciones internacionales y dificultó bastante las posibilidades de éxito de la O.N.U. hasta la caída del muro de Berlín. Con el desmembramiento del bloque soviético se abrió un nuevo capítulo de la historia de la Humanidad y también de la actividad de la O.N.U. Ésta ha podido actuar con una mayor libertad después de la desaparición de los bloques. Con ocasión de la Cumbre del milenio se han tratado muchas de las cuestiones que habrá que solucionar en el futuro si se quiere conceder una mayor operatividad y eficacia a la O.N.U. Así, se ha discutido acerca de la supresión del derecho de veto de los miembros permanentes, del aumento de éstos, de la financiación, de la creación de un Tribunal Penal Internacional, …
Una de las cuestiones sobre las que se ha hablado es la función de las religiones en el mundo globalizado y sus relaciones con la O.N.U. La Cumbre interreligiosa promovida por la Fundación Ford y Ted Turner, los encuentros interreligiosos de la comunidad católica de San Egidio en Lisboa, la imponente Asamblea de la Federación Interreligiosa e Internacional para la Paz Mundial, auspiciada por el reverendo Moon en la sede de Naciones Unidas, han hecho sugerencias para dotar a las religiones de un estatuto jurídico en su relaciones con la O.N.U. Se han formulado propuestas como la de crear una segunda cámara religiosa en Naciones Unidas o la de un Consejo consultivo interreligioso del Presidente de la O.N.U.
Me gustaría reflexionar aquí brevemente acerca de la conveniencia, dificultad y concreción de la participación de las religiones en las Naciones Unidas.

I. Conveniencia

a) Las religiones permiten entender las distintas mentalidades
Para la resolución de conflictos no basta tener en cuenta aspectos políticos y económicos. La cultura y la religión tienen una función determinante en la mentalidad e identidad de los pueblos. Sólo siendo consciente de ello pueden obtenerse acuerdos satisfactorios. Así por ejemplo no es de recibo el bombardeo de los ortodoxos yugoslavos por parte de la OTAN en el día de una fiesta religiosa ortodoxa o no puede pretenderse imponer nuestras formas políticas a países que no están en nuestro grado de desarrollo o con valores distintos a los nuestros.
La globalización afecta gravemente a los sistemas de valores y no es de extrañar que en muchos lugares se produzcan rechazos con graves consecuencias sociales. La O.N.U. es vista muchas veces por países árabes como instrumento al servicio de los valores norteamericanos. Piénsese en la guerra del Golfo y el posterior embargo, en el caso de Libia o en el del conflicto de Oriente medio.
Muchos litigios entre estados o entre etnias dentro de un mismo estado sólo pueden entenderse si se tienen en cuenta las convicciones religiosas y la historia. Ejemplo meridiano es el de la antigua Yugoslavia.
Un conocimiento de la mentalidad religiosa e historia de un pueblo es necesario para considerar cuándo la masa está siendo manipulado por demagogos. Así lo que ocurre en Chechenia no puede achacarse sin más a la religión islámica, porque otros países vecinos, igualmente musulmanes no están de acuerdo con lo que allí ocurre.

b) Las religiones dotan de base moral a las relaciones internacionales
Como en Babel la obra de los hombres es inútil si no tiene en cuanta a Dios. La observancia del Derecho internacional en que se basa la O.N.U. necesita en primer lugar que este Derecho esté de acuerdo con la ley natural y que quienes tienen que cumplirlo tengan buena fe y para ello es necesario que se encuentren sometidos a normas morales.
Las religiones predican la Paz, por ello pueden ser de ayuda para alcanzarla, que es también el objetivo de la O.N.U. También el respeto por la Creación inculcado por las religiones puede poner freno a la devastación de los recursos naturales y favorecer el desarrollo sostenible.
La caridad y el amor al prójimo pueden facilitar la desaparición del hambre, el analfabetismo y las enfermedades sufridas por una parte importante de la población mundial.
La denuncia profética de las religiones puede frenar el egoismo de los grandes.
Es de notar por otra parte que la O.N.U. no se limita a la resolución pacífica de conflictos bélicos, sino que pretende evitarlos con la adopción de discutibles medidas económicas, sanitarias, demográficas, culturales, etc. En ello colaboran importantes O.N.G., fundaciones y empresas multinacionales que están susbtituyendo a los estados y controlando la labor de la O.N.U. muchas veces prescindiendo de la ética. Así con el favorecimiento del aborto. Por ello sería conveniente una mayor presencia de las religiones como freno a tal tendencia, que hoy está siendo sólo contrastada por la Santa Sede, con la ayuda de los países islámicos y algún que otro país católico.

c) Las religiones pueden ayudar a la mediación en caso de conflicto
A menudo una misma religión se extiende por distintos países por lo que puede resultar útil para resolver los conflictos entre ellos. Por ejemplo la mediación de la Santa Sede en el conflicto entre Argentina y Chile por las islas del canal del Beagle. Además entre líderes de distintas religiones pero con una base ética común puede haber un mayor entendimiento que entre políticos. Y los líderes religiosos pueden influir positivamente en los políticos.

II. Dificultades

a) Se minimiza la importancia de la religión
Desgraciadamente el frecuente olvido personal de la religión por parte de los líderes de la política internacional conduce a hecerles pensar que el elemento religioso carece de importancia en la mentalidad y vida de los pueblos, hecho falso que conduce a soluciones equicocadas.
b) Se prescinde de la religión en la vida pública
El racionalismo exacerbado de los últimos siglos y la confianza ilimitada en el progreso científico y técnico ha hecho olvidar los valores morales y espirituales y marginar a la religión.
Hoy se ve que muchas teorías científicas que fomentaron la confianza ilimitada en el progreso humano no han podido demostrarse o incluso se han demostrado falsas y que el progreso técnico no nos hace siempre mejores. Así, la bomba atómica es un progreso técnico que causa muerte. Por otra parte el progreso económico que permitiría de hecho alimentar a todo el planeta sólo favorece actualmente a unos pocos privilegiados.
Sin embargo, la religión continúa marginada y no se quiere que tenga influencia en la constitución y actuación pública. Las creencias se han privatizado y los medios de comunicación social contribuyen a esquinar cuando no a borrar los valores religiosos. Por ello hoy muy pocos se atreven a hacer profesión pública de sus creencias a causa del miedo al rechazo social. Se quiere hacer creer que quienes tienen creencias religiosas son más fanáticos y entorpecen el funcionamiento de la sociedad, cuando en realidad ésta funciona gracias a quienes tienen convicciones morales. Fíjense por ejemplo que la asistencia social en nuestros países y en los del tercer mundo está liderada por la religión. Además quien tiene convicciones morales respeta la ley no sólo por miedo, sino por convicción moral.
El objeto de las religiones es hacer a la gente mejor y por ello contribuyen al desarrollo de la sociedad.
A menudo se considera que la «ideología» produce conflictos, que sólo hay que buscar soluciones técnicas a los problemas, pero esto no es verdad. En primer lugar el prescindir de la religión es ya una opción ideológica. La sociedad sin valores éticos tiende a un mayor grado de corrupción política. El aborto, la eutanasia, la manipulación genética, el terrorismo, el suicidio, la droga, los malos tratos a mujeres y niños, la falta de respeto a los padres y personas mayores, la insolidaridad, la delincuencia y tantos otro males son consecuencia de la falta de valores morales.
c) Se entiende la religión como fuente de conflictos
Después de la Guerra de los XXX años (1618-1648) se ha tendido a considerar a las religiones como fuente de conflictos sin darse cuenta de que muchas veces las guerras de religión se promueven por intereses políticos o nacionalistas, que las utilizan como signo de identidad. En ocasiones han sido líderes religiosos (recuérdese al arzobispo Macarios en Chipre) los que han promovido el odio, pero ello lo han hecho actuando como políticos y no sigueindo la doctrina de su religión. Más bien tendría que considerarse lo contrario, ya que los líderes religiosos pueden influir en favor de la paz, si siguen verdaderamente los principios religiosos. Generalmente la religión nos enseña a no devolver violencia con violencia.

III. Concreciones

¿Cómo tendría que articularse esa presencia de las religiones en la O.N.U.?
1. No como sujetos de derecho internacional.
La Santa Sede, actuando como órgano central de la Iglesia católica y usando funcionalmente el estado de la Ciudad del Vaticano, es la única religión que tradicionalmente ostenta categoría de sujeto de Derecho internacional y utiliza muy eficazmente su status en las deliberaciones de los organismos de la O.N.U. Sin embargo, no resultaría factible que los miles de religiones que existen en el mundo tuviesen un trato semejante.
2. Tampoco parece factible la representación de las religiones por medio de estados confesionales: a) porque la mayoría de esos estados (quizá a excepción de los islámicos) no conforman su actuación política internacional, ni siquiera nacional a los dictados de la religión y b) porque pueden subordinarse las religiones a las políticas nacionales y ser mayor fuente de discordia.
3. Tampoco parece adecuado que las religiones tengan una influencia en la O.N.U. como simples O.N.G. que, aun siendo muy beneméritas, no tienen la importancia histórica de las religiones ni su influencia en la configuración de las personas y los pueblos.
4. Lo más conveniente sería establecer una segunda cámara de la O.N.U., un tipo de parlamento de religiones.
Con las siguientes características
a) Habría que establecer unos mínimos estándares de representatividad para evitar por una lado la marginación de ninguna religión, pero por otro tener en cuenta su verdadero peso específico. Habría además que definir claramente qué es lo que se entiende por religión.
b) No habría que discutir cuestiones doctrinales. De este modo podrían pertenecer hasta las religiones más fanáticas. Tampoco encontrarían inconveniente en participar las que no están dispuestas a hacer concesiones doctrinales.
c) Podría ser un foro para resolver en primer lugar conflictos entre religiones (así por ejemplo la diferencia entre católicos y ortodoxos por el proselitismo en Rusia o por los bienes expropiados).
d) Podría establecerse una cooperación interreligiosa en los puntos en común . Así por ejemplo podrían adoptarse proyectos comunes (unificación de textos bíblicos o coránicos, administración de lugares sagrados como Jerusalén, centros de estudios compartidos, obras de caridad comunes, …).
e) Podrían servir de base moral y humanizadora de la globalización proponiendo valores éticos, evitando políticas inmorales y fomentando el respeto por las distintas tradiciones y culturas.
f) Podrían servir de ayuda a la resolución de conflictos políticos cuando los líderes políticos no obtengan resultados. g) Podrían coordinar ayudas humanitarias por medio de sus amplias redes organizativas.